viernes, 16 de enero de 2009

DECEPCIÓN



Me gustan los hombres. Pero mis fantasías sexuales están protagonizadas por mujeres. Y no creo ser un bicho raro. Cuando he hablado de este tema con otras mujeres (no muchas, la verdad, porque no es un comentario que pueda hacerse en la parada del autobús), me han confirmado que compartimos este tipo de ensoñaciones. Como los hombres heterosexuales, en general, también disfrutan imaginando situaciones lésbicas, me atrevo a afirmar que la fantasía por antonomasia es el sexo entre mujeres.

Y partiendo de esa premisa ¿quién no ha recurrido a la fantasía del vestuario femenino? Mujeres recién duchadas, desnudas o apenas cubiertas por una toalla que se cae al menor descuido, embadurnando de cremas sus cuerpos perfectos, sonrientes...

Por supuesto, en ocasiones yo también recurría a ese escenario ficticio... hasta que formé parte de él. Entonces me di cuenta de que la mayoría de sus usuarias no son jóvenes bien formadas, sino mujeres ya no jóvenes que intentan recuperar la, casi siempre irrecuperable, forma. La realidad distaba bastante de la fantasía; era previsible.

Pero lo que no hubiera sospechado nunca, fue lo que me sucedió una tarde. Estaba secándome el pelo, con la mirada perdida al fondo, y vi una mujer que atravesaba el pasillo sin ningún pudor, con la cabeza alta, en actitud desafiante. En condiciones normales ni la hubiera visto, se hubiese hecho transparente, pero había algo en su desnudez que captó mi atención y atrajo involuntariamente mi mirada hacia ella; tendría unos 70 años, bastante arrugada, contrahecha, con expresión hosca, de mal genio, y ostentaba (porque enseñar aquéllo de esa manera era hacer ostentación) entre las piernas una repulsiva mata de pelo que le llegaba casi hasta las rodillas. Fue una impresión fatal, una experiencia traumática.

Desde entonces, mis fantasías sexuales han de buscar otros ambientes más propicios; porque en cuanto imagino un vestuario femenino, en vez de aparecer aquellos pubis perfectamente depilados de antaño, una repugnante pelambrera hace que mi libido se esfume.

Así que ahora, c
uando estoy en el vestuario, procuro no levantar la vista del suelo, temiendo lo que me pueda encontrar. Por que sé que un vestuario femenino también puede provocar... náuseas.

3 comentarios:

Las Cosquillas del Lobo dijo...

Bueno, es la naturalez. A mi me sigue resultando graciosas las fantasías tan adulteradas que tenemos: depilación, cremas... Las mejores de las mías son con personas conocidas pero imposibles, el erotismo de lo cotidiano

descalza dijo...

Anda... te echaba de menos; espero que todo te vaya bien.

Fantasías con personas conocidas... ¿y no te da vergüenza cuando te las encuentras cara a cara? jajajajaja yo me pondría colorá.

Anónimo dijo...

Bueno, la cuestión es que las fantasías sean secretas y dentro de tu cabeza no pueden entrar... De momento.