domingo, 4 de enero de 2009

¿EDUCACIÓN?



Año nuevo… más de lo mismo, como no podía ser de otra manera.

Las dichosas costumbres sociales, que últimamente me tienen bastante alterada. Ya hablé un día de los besos, y me ha vuelto a pasar. Yo me tenía por una persona bastante social y socializada, pero estos nuevos usos de urbanidad me hacen sentir un bicho raro. Ayer llego a un lugar en el que había unas 40 ó 50 personas congregadas, me acerco a un grupito y saludo educadamente; y cuando una de ellas se me acerca muy decidida a darme un par de besos, me sorprendo musitando un “disculpa es que yo no soy muy besucona”. ¡Me he tenido que excusar por no tener los mismos hábitos sociales que los demás! ¿Seré rara? ¿Me estaré volviendo huraña?

Otra de las supuestas "normas de educación" es el interés por los demás; interés superficial, claro está. Parecer que se tiene interés, para quedar bien, pero sin tenerlo. Así, la frase típica que se dice al saludar a una persona es “¿qué tal?”; y como normalmente ambas partes son igual de adaptadas socialmente, la respuesta también típica debe ser “bien, gracias”.

El otro día, mi pescadero, siempre tan cordial, le preguntó a una clienta “¿qué tal?” y la señora se quedó pensativa, como si no supiese qué decir, no quisiese contestar, o le pareciese de mala educación responder la verdad. Tras unos segundos, respondió “bueno, ya que me preguntas por educación, te voy a contestar que bien ¿para qué te voy a dar más explicaciones?”

Y entonces empecé a imaginarme que, por una vez, la clienta (o el cliente) decide no cumplir con las reglas sociales tácitamente establecidas, y en vez de mentir un “bien, gracias ¿y tú?”, contesta con mucha soltura acerca de cómo está, cómo se encuentra. Y me daba la risa sólo de pensar en este tipo de conversaciones:

Pescadero: Hola… buenos días ¿qué tal todo?
Clienta: Fatal, hijo… estas almorranas me están matando

Pescadero:- Buenas, ¿qué tal?
Cliente: Pues… muy mal; la semana pasada cerraron la empresa y ahora a ver dónde voy yo, con 52 años…

Pescadero: ¿Cómo va eso?
Clienta: De maravilla, mi marido me acaba de echar un polvo que me ha dejado nueva.

Pescadero: ¿Qué tal le va?
Cliente: Mal, muy mal… arrastrando una depresión desde que me separé. Precisamente ahora vengo del psiquiatra, que me ha cambiado la medicación.

Pescadero: ¿Qué tal?
Clienta: ¿Y a ti qué te importa?

Sería divertido intentarlo. Por ver la cara de estupefacción que se le queda a quien pregunta. Por preguntar lo que no interesa saber. Por dejar de ser educados hipócritas.

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