miércoles, 6 de agosto de 2008

JUSTIFICACION I



“Escribo para mí solo” “El hombre que escribe vive con la esperanza de que sus palabras serán leídas, y que la posteridad glorificará sus actos y su cordura” (Sinuhé el Egipcio, Mika Waltari)

Escribir nunca había sido lo mío, o eso creía yo, mujer de ciencias puras, ávida lectora, pero que jamás había sentido el impulso de escribir. Sin embargo, hace cosa de un año empecé a escribir cartas, una relación epistolar (cibernética, por supuesto), y descubrí que, si me lo proponía, podía hacerme entender, podía contar cosas con palabras. Mis amigas me decían ¡qué bien escribes, Mari, qué bien te explicas! Me cuesta mucho esfuerzo, desde luego, pero al releer, disfruto de lo escrito, me gusta, considero que ha merecido la pena.

Cuando la relación epistolar dejó de ser fluida, ya había adquirido la costumbre de escribir, así que seguí haciéndolo, pero para mí; cuando me apetecía ponía por escrito mis reflexiones, mis pensamientos, lo que me pasaba… Así tenía un rato de recogimiento personal, me dedicaba a pensar, y aclaraba mis ideas. Pero dejar todo ese trabajo dormido en el limbo de la carpeta “borradores” me parecía una pérdida de tiempo, y dejé de hacerlo.

Este verano me he encontrado con mucho tiempo libre, demasiado, y me han venido las ganas de escribir; escribir como ejercicio mental, como el que hace sudokus o crucigramas. Es una distracción agradable; me gusta y me entretiene, a pesar de que me cuesta trabajo hacerlo. Porque las palabras no me salen solas, sino que necesito pensar, en silencio, sin que me molesten, y con el auxilio imprescindible de la página web de la Real Academia de la Lengua.

La comunicación exige, además del emisor, un receptor del mensaje; y como no quiero comprometer a ninguna de mis amistades, he decidido abrir un blog, completamente anónimo, en el que expresar libremente mis devaneos.

Soy consciente de mis limitaciones. Ni sé escribir bonito, ni sé describir florido, ni tengo cosas interesantes que contar. Pero paso el tiempo entretenida, discurro y ejercito mis neuronas, y pienso en mis cosas, personales y privadas, reflexiono y las pongo por escrito (y si alguien las lee, mejor que mejor, pero sobre ese tema… hablaré otro día).

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